Los analistas israelíes destacan desde hace ya muchos meses que Hamás ha consolidado en la franja de Gaza una estrategia y unas maneras similares a las de Hizbolá en el sur de Líbano, y seguramente los expertos tienen razón no sólo cuando hablan del capítulo militar sino también de la actitud política.
En sus discursos y proclamas, la dirección fundamentalista desafía constantemente a Israel con orgullo y sin humillarse o agachar la cabeza jamás. Es un comportamiento característico del líder de Hizbolá, Hasán Nasralah, quien según numerosos sondeos realizados en este país es más creíble para la población israelí que los propios líderes judíos.
El primer ministro de Hamás, Ismail Hanniya, que está en paradero desconocido, lejos de las bombas, se dirigió ayer por televisión a la población de Gaza para informarle de que la resistencia luchará contra Israel 'hasta el último aliento'.
Y cuando Hanniya dice esto no está hablando por hablar, sino que quiere decir exactamente lo que significan sus palabras. A los fundamentalistas se les puede reprochar muchas cosas, pero no que no sean sinceros o que utilicen los subterfugios verbales que a menudo caracterizan a los líderes israelíes.
El enrevesado diálogo de los responsables hebreos les repugna y mientras a éstos continuamente se les descubren renuncias o dobles intenciones, no queda más remedio que creer a los líderes de Hamás (acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámico, que también significa 'fervor').
La Hamás de nuestros días no es la misma organización rudimentaria que fundó en Gaza el jeque Ahmad Yasin hace veinte años. Ha aprendido las formas de Hizbolá. En el mismo discurso, Hanniya manifestó que su grupo está preparado 'para todos los escenarios', es decir, tanto para una tregua como para la lucha sin cuartel.
De esta manera, Hamás deja abierta la puerta a un alto el fuego temporal como el que propone Nicolas Sarkozy, a quien se espera la semana próxima en la región. Por supuesto, lo que Hamás no va a aceptar es una tregua similar a la última de seis meses que expiró el 19 de diciembre.
No aceptará que los pasos permanezcan cerrados para los alimentos y las medicinas más básicos, como ocurre desde hace año y medio, por lo menos; ni tampoco que la frontera de Rafah con Egipto para el tránsito de personas siga cerrada indefinidamente, convirtiendo en rehenes a un millón y medio de palestinos.
Más temprano que tarde las dos partes se verán obligadas a discutir las condiciones de la tregua y no cabe duda de que será una negociación dura por ambos lados.
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